DR. MIGUEL
PATACÓN N.
Con los hechos acaecidos el 16 de
Abril con motivo de la designación y juramentación de Decana (E) de la Facultad
de Ciencias de la Educación de la Universidad de Carabobo, a propuesta de la
rectora de nuestra máxima casa de estudios Jessy Divo de Romero y, demás
integrantes del Consejo Universitario, pareciera
ser el dispositivo para despertar la psyche de lo que esto significaría
para la autonomía de las universidades. La autonomía como categoría, tiene sus
complejidades, por tanto no se debe manejar de manera superficial, pues la
misma tiene en su estructura epistémica, elementos de fondo que no pueden ser
ignorados por las autoridades
universitarias en su afán reduccionista de hacer uso de la misma en forma del
más absurdo cliché, demostrando la más profunda ignorancia en lo que a esta
tematización se refiere. Vista así la
autonomía que se quiere presentar ante la comunidad universitaria, no es más
que un simple pretexto para la lucha política en búsqueda del poder personal;
en nada la institución universitaria es beneficiaria de esta praxis, por el
contrario, la autonomía utilizada de esta manera, se presenta como una especie
de arma secreta, que una vez lanzada apunta en direcciones tan variantes y
cambiantes como la coyuntura política misma. Esto último, ha sido
deliberadamente aprovechado por las actuales autoridades universitarias, en la
consecución de fines que son contrarios a los más altos intereses de la
institución.
Si en algo existe coincidencia, es en
lo referente a la base gnoseológica que explica y define a la autonomía: “la libertad de pensar y expresar lo
pensado”, acción inherente al sujeto histórico, actividad humana que
aparece con antelación a los textos jurídicos considerados estos como reguladores de la actividad de
intersticia social. Pero los textos legales poco aluden a la libertad de
pensar, porque su propia naturaleza parece estar protegida de las agresiones
exteriores. El poder, ha sido siempre en gran medida el enemigo implacable de
la libertad, manifestando su interés sólo cuando lo que piensan los ciudadanos
comienza a convertirse en acción común. Todos nosotros hemos sido testigos en
innumerables ocasiones de la más enfáticas apelaciones a la autonomía
universitaria, por las más diversas personas y grupos que se aferran a esta, en
tanto sus intereses experimentan amenazas a ciertos privilegios y sin embargo, casi
nunca hemos visto ni oído, que se intentara siquiera precisar en qué consiste,
qué significa, cuál es su contenido,
su corpus, cuáles son sus límites y es por ahí, por donde hay que empezar.
La autonomía no es, un concepto
indescifrable; como todo concepto jurídico, el de autonomía es el resultado de
una praxis histórica, pero al mismo tiempo un instrumento de trabajo. Por lo
tanto es importante saber la forma fagocitaria en que aparece rodeada de los
contornos míticos como elementos de dotación para su uso y abuso en el tráfico
político cotidiano. De lo que se trata es intentar precisar, en primer lugar,
su origen y desarrollo históricos con el fin de poder tipificar con rigurosidad
los perfiles técnicos-concretos que le corresponden como instrumento operativo de acuerdo a las nuevas realidades sociales.
El histórico ha demostrado que el
concepto de autonomía se refiere a un cierto poder de autodeterminación y por
analogía, de autogobierno, al respecto Gadamer afirma que la autoridad no se
otorga sino que se adquiere; reposa sobre el conocimiento, sobre una acción de
la razón. Nada tiene que ver con la obediencia ciega de comando, la autoridad
tiene que ver en realidad con conocimiento y, esto a mi juicio es lo que ha
faltado en la gerencia universitaria. La autonomía, se reconoce para la satisfacción
de un conjunto específico de necesidades a satisfacer que la justifican, al
tiempo de contribuir a precisar sus límites concretos. Es pues, sin lugar a
dudas un poder limitado en su funcionalidad, que comprende todas las facultades
necesarias de la vida universitaria u ordenamiento particular de lo que se
regula y que reconoce, en consecuencia, existe un límite en la existencia misma
del ordenamiento general y superior en la que la universidad se inscribe, sin
el cual o más bien fuera del cual no puede siquiera ser concebida.
Lo anterior, refiere con cierta
claridad que la autonomía hace referencia a un poder limitado. En efecto, autonomía no es soberanía, porque aún
este poder de autodeterminación propios de los estados-nación, en su ordenamiento
territorial, tiene también sus límites, lo cual se expresa desde la dimensión
de la parte y el todo. La autonomía existe y por lo tanto se reconoce a la
institución universitaria, en la medida misma en que exista en su seno una
necesidad particular que sólo de esa forma pueda ser satisfecha con un rango de
amplitud como sea necesario para alcanzar ese objetivo. Lo anterior lo explica
de manera contundente el Artículo 109
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela el cual señala
taxativamente: “El estado reconocerá la
autonomía universitaria como principio y jerarquía que permita a los
profesores, profesoras, estudiantes,
egresados y egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del
conocimiento a través de la investigación científica, humanística y
tecnológica, para beneficio espiritual y material de la nación. Las
universidades autónomas se darán sus normas de gobierno, funcionamiento y la
administración eficiente de su patrimonio bajo el control de la vigilancia que
a todos los efectos establezca la ley”. Con esta cita intentamos demostrar
la existencia de hecho de las necesidades a satisfacer por las universidades
autónomas, contenidas en el texto constitucional. Con esto lo que intentamos
precisar, primero que la autonomía universitaria se fundamenta en el orden
peculiar de las necesidades que la justifican, esto creemos ha quedado
demostrado y lo segundo se refiere a la precisión de sus límites; sólo de esta
manera, combinando el resultado de ambos análisis, estaríamos en posesión de hacernos una idea lo suficientemente
clara y precisa de su ámbito concreto, de sus fortalezas y debilidades, y de lo
que estamos en condiciones de exigir y de lo que legítimamente podemos esperar
de la autonomía.
Consideramos que las opiniones aisladas de las autoridades universitarias
y de algún otro integrante de la misma comunidad soslaya de manera ex profesa
los principios básicos para el convivium,
dentro de un clima de armonía y de paz, las autoridades se niegan a reconocer
los principios de otredad y alteridad. El primero está referido al reconocimiento
del otro como sujeto, situación de vida que se niega en el abuso de poder y el
segundo como interlocutor válido que no se reconoce; por asumir el poder con
sentido absoluto, forma característica de la edad media, cosa contraria a lo
que es el ser de la universidad que
es pluralidad, diversidad, criticidad, y pensamiento complejo. Cuando estos
principios se violentan o se ignoran es inevitable la disfuncionalidad de la
institución. Entendemos se requiere de acciones a lo interno y externo de la
universidad, donde la autonomía se reconozca no como una entelequia, sino como
algo tangible para el desarrollo de la arquitectura organizacional de la
universidad. Posibilitando así la permeabilidad de cualquier mecanismo
susceptible de perfeccionar sus controles, sin que logre quedar la menor duda
en lo referido a su administración en el sentido más laxo del término. Esta
sería una de las tantas formas de defender la autonomía universitaria.
Finalmente, la autonomía no es patrimonio de personas o grupos en
especial, ni siquiera de los miembros de la comunidad universitaria y aún menos
de las autoridades rectorales, más bien la
universidad por sus mismas características de prestataria de servicios para
satisfacer necesidades reales (Formación de talento humano) es como la racionalidad
necesaria y suficiente para que la autonomía esté situada por encima del mismo
espacio donde se inscribe, entendida así, la autonomía debe plantearse, como
para lo que sirve, para satisfacer necesidades y resolver problemas que las
distintas fenomenologías que demanda el tejido societal. Por tanto, la
autonomía es un problema que compete a todos los ciudadanos, sin discriminación
alguna. Aspiramos con estas líneas, contribuir a que esta universidad abra los
espacios a todos los sectores para el debate y propuestas a cerca de la
autonomía universitaria, que hoy emerge como discusión obligatoria en el
escenario nacional y regional.
Invitamos a las autoridades universitarias de la Universidad de Carabobo,
a debatir el tema de la autonomía, en los espacios que la misma universidad
tiene para ello. Esperamos de ustedes una respuesta, ante tal planteamiento,
estamos seguros que la comunidad universitaria, mostraría el interés por la
importancia del tema en cuestión.
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