Sabemos que el concepto de autonomía, admite
grados diversos de análisis y aplicaciones; como por ejemplo, la libertad de
cátedra e incluso la libertad para la elaboración plena de diversos
dispositivos regulatorios y normas de la vida universitaria. Es más, la
autonomía incluye mecanismos muy propios de estas instituciones o dicho de otra
manera, por el privilegio que le da el estado como derecho constitucional:
nombramientos de profesores, ascensos, elecciones internas, distribución
presupuestaria y, medidas directas e indirectas de gestión gerencia y
administración. Cuando estas dos últimas fallan, como está ocurriendo en la
Facultad de Ciencias de la Educación, sobreviene la incertidumbre y el caos.
Esto no favorece a la institución universitaria, sino más bien a los que se
esconden en la gaveta oscura de la historia universitaria. Finalmente esta
reflexión está dirigida a la Facultad de Ciencias de la Educación, en virtud
que la misma se encuentra acéfala debido a que la Decana es ilegítima y
consecuencialmente los directores por no estar aprobados por el Consejo de
Facultad y juramentados por el mismo. Esperamos que nuestra Facultad se ponga a
derecho y la decana rectifique y entienda que es más importante la institución
que cualquier proyecto personal.
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